Año: 2013. Duración: 90 min. País: Francia. Dirección: Jean Becker. Intérpretes: Patrick Chesnais, Jeanne Lambert, Miou-Miou, Jacques Weber. Guión: Jean Becker, François d'Épenoux, Marie-Sabine Roger. Fotografía: Arthur Cloquet. Distribuye en cine: Golem. Contenidos: D. Calificación
por edades: No recomendada para menores de 12 años. Estreno: 21-06-2013.
El arte de vivir
Taillandier
es un pintor de sesenta años con enorme fama y dinero. Vive en una bella casa
de campo, con su mujer Alice, donde recibe la frecuente visita de sus hijos y
nietos. Pero últimamente está deprimido: se siente mal, no duerme, no come, está
harto de sí mismo, de todo y de todos. Su depresión llega hasta el extremo de
irse de casa y comprar una escopeta con la idea de suicidarse. Durante su huida
una muchacha le pide que la lleve en su coche, pues su madre la ha echado de casa.
Aunque su primera reacción es de rechazo, el viejo pintor acepta cuidar de la
chica: alquilará una casa cerca del mar donde vivirán juntos como padre e hija.
Jean Becker
nos tiene acostumbrados a deliciosas películas (La fortuna de vivir, Mis
tardes con Margueritte o Conversaciones
con mi jardinero) centradas en personajes y hechos cotidianos pero que rezuman
una gran humanidad. En Mi encuentro con
Marilou, un hecho casual hará que el pintor recupere de nuevo sus ganas de
vivir y su creatividad artística (un detalle, por cierto, que me ha hecho
recordar, por contraste, la película de Trueba El artista y la modelo, pues la apuesta del francés se aleja del nihilismo
y del hedonismo que exponía el director español).
A su vez
Marilou descubre en Taillandier al padre que no ha tenido y que se preocupa por
ella. En este sentido, son muy sugerentes las ideas que se apuntan en el filme
sobre: la educación en el orden material y las buenas maneras, el valor del
pudor, los riesgos de las salidas nocturnas, las causas de la violencia contra la mujer, etc. En definitiva, los
dos descubren que la felicidad reside en darse a los otros, y de ese modo se
puede escapar de la depresión o el sinsentido.