jueves, 9 de octubre de 2008

CAMINO




País: España. Dirección: Javier Fesser. Intérpretes: Nerea Camacho, Carmen Elías, Mariano Venancio, Manuela Vellés, Pepe Ocio, Ana Gracia, Lola Casamayor, Jordi Dauder. Guión: Javier Fesser. Música: Rafael Arnau, Mario Gosálvez. Fotografía: Alex Catalán. Distribuye en Cine: Altafilms. Duración: 143 min. Género: Drama. Publico apropiado: Adultos. Estreno: 17-10-2008.


Un cóctel explosivo
Javier Fesser asegura que se ha inspirado, para rodar Camino, en la vida de Alexia González-Barros, una muchacha que falleció con fama de santidad en 1985 tras una dolorosa enfermedad causada por un tumor maligno. El heroísmo, entereza y serenidad de la muchacha ante el dolor, y el gran número de devotos que suscitó (y sigue suscitando) su vida y su muerte, dieron lugar a que se iniciara el proceso canónico para su beatificación y canonización.
Sorprende el cambio de registro que esta película supone en la filmografía del autor, pues salvo uno de sus cortometrajes (Binta y la gran idea), todo su trabajo se mueve en el ámbito de la comedia y la parodia (El milagro de P. Tinto, La gran aventura de Mortadelo y Filemón). Tal vez por eso, cuando aborda un drama como Camino el resultado sea una película con un metraje desmesurado.
Alejado del género burlesco, del gag ingenioso, irreverente o sarcástico, Fesser pierde la frescura que le caracteriza a la hora de contar historias, sobre todo si se trata –como sucede en este caso– de relatos que requieren un poco más de seriedad y ponderación. Tal vez por eso tiene que recurrir cada dos por tres a parches (escenas demasiado largas, morbo en las escenas de quirófano o insertos de películas de animación como la Cenicienta) que disimulen la falta de ritmo de su guión. Sólo cabe destacar en Camino su buena factura visual y la actuación natural y encantadora de Nerea Camacho.

(Trailer Camino)

Fesser ha elaborado su relato cinematográfico a partir de frases tomadas de las biografías de Alexia publicadas en castellano.[1] En ese sentido, en la película aparecen escenas y diálogos literalmente copiados de estos libros, pero cambiados de contexto, con la intención de darles un significado radicalmente opuesto al original. Por citar un pequeño ejemplo: las enfermeras de la clínica universitaria de Pamplona trataban con gran cariño y simpatía a Alexia, le indicaban que las avisara cuanto sintiera dolor y que no tuviera reparo en quejarse de las molestias ocasionadas por el tratamiento. Pues Javier Fesser traslada estos diálogos a las enfermeras de una clínica madrileña, que en realidad fueron muy frías con la muchacha, y presenta como unas antipáticas a las profesionales de la clínica navarra.


(Alexia González-Barros)

La deformación de los familiares de Alexia también es patente. Su padre, Francisco, aparece en la película como un hombre pusilánime, lleno de dudas y que muere en un trágico accidente antes que su hija. Pero en realidad el padre de Alexia era una persona de fuertes convicciones cristianas, que sobrevivió a su hija, y tras la muerte de ésta pidió ser admitido como supernumerario en el Opus Dei.
La madre de Alexia, Ramona (Moncha) es, sin duda alguna, el personaje que peor trato recibe en Camino. Se la presenta como una especie de fanática religiosa, hábil manipuladora y sin otra ambición  que convencer con planteamientos pueriles a sus hijas. Sin embargo, Moncha era una mujer culta y amable, interesada en que sus hijos conociesen el mundo, aprendiesen idiomas y viviesen su libertad con responsabilidad. Por eso se preocupó de que recibiesen una adecuada formación humana y religiosa.


(Alexia con sus padres)


(Reportaje sobre el estreno del documental Alexia)
(Victoria Molins habla sobre Moncha)

Fesser tampoco es muy sutil a la hora de dibujar el retrato de la hermana de Alexia. La representa como una mujer débil, sin personalidad, manipulada por su madre, y que se incorpora al Opus Dei como numeraria a causa de un desengaño amoroso. Sin embargo, Mª José, la hermana de Alexia en la vida real, es una mujer con varios títulos universitarios, independiente y con una fuerte personalidad. Pidió la admisión como numeraria a los 22 años y, al enfermar su hermana, iniciaba su vida laboral después de terminar sus estudios en Farmacia y Antropología americana, en la Universidad Complutense de Madrid.



Otra de las estrategias que más chirrían en la película Camino es la alusión al “novio” de la protagonista. Camino está platónicamente enamorada de un chaval que se llama Jesús. Lo cual le permite al director de la película jugar con el nombre del adolescente y la figura de Jesús, el hijo de Dios, a quien la niña acude en sus conversaciones y en sus plegarias. Una vez más, nos encontramos, en este caso, con una verdad a medias. Como resulta natural, a Alexia le gustaba un niño que se llamaba Alfonso, al que conoció durante el verano de 1984 en Vall-Llobrega. Ella, como hacía con otros temas de su vida personal, se lo refirió a su madre. Y era tal la confianza entre las dos que, un día, su madre le regaló una pegatina con el texto: “I love Alfonso”. Al dársela, Alexia comentó ruborizada: “¡Qué cosas tienes, mamá!”.

Javier Fesser
 Wim Wenders

a)        Grandes maestros y pequeños burlones
Nuestro director no parece disponer de la cultura humanística de realizadores cinematográficos de la talla de Wim Wenders (no hace falta más que comparar la espantosa visión de los ángeles que nos ofrece el español, con la audaz y genial del alemán en Cielo sobre Berlín




o Richard Attenborough en su genial retrato del sentido cristiano del dolor en Tierras de penumbrabiopic sobre el escritor inglés C.S. Lewis. También se encuentra Fesser a años luz de ese canto a la vida y a la dignidad de la persona (incluso gravemente enferma) que es Despertares. El director de Camino, por el contrario, se encuentra más cerca de directores que exhiben una antropología precaria, de andar por casa, como le sucede, por ejemplo, a Ron Howard (El código Da Vinci).

 Despertares
Tierras de penumbra

(Dios nos cincela con el dolor. Escena de Tierras de penumbra)



(Tierras de penumbra. El dolor es parte de la felicidad)

Otra actitud ausente en Fesser es la de los grandes directores clásicos (Zinneman, Pasolini, Rossellini, Bergman, etc.) caracterizados por su respeto y comprensión (no identificación) hacia los personajes retratados por sus filmes, sobre todo si eran históricos (santos, o incluso el mismo Jesucristo) y el director no compartía sus creencias o incluso era ateo. Con citar unos pocos títulos, entre cientos, será suficiente: Francesco, juglar de Dios, El evangelio según san Mateo, El séptimo sello o Un hombre para la eternidad.
La óptica de Fesser se asemeja más a la de Ray Loriga en la fallida Teresa, el cuerpo de Cristo[2]. Una visión que no intenta comprender el fenómeno relatado sino adaptarlo y comprimirlo a su particular visión beligerante. Tales posturas reflejan lo que el director de cine ruso Andrei Tarkovski denunciaba en su ensayo Esculpir en el tiempo, cuando advertía que el “arte moderno ha entrado por un camino errado, porque en nombre de la mera autoafirmación ha abjurado de la búsqueda del sentido de la vida. Así, la llamada tarea creadora se convierte en una rara actividad de excéntricos, que buscan tan sólo la justificación del valor singular de su egocéntrica actividad”[3].
(Teresa de Jesús interpretada por Concha Velasco)
(Paz Vega en Teresa, el cuerpo de Cristo)

b)        Machismo progresista

Los dardos de Fesser apuntan innegablemente a las mujeres del Opus Dei. Casi todas las ironías y críticas se vierten sobre ellas. Da la impresión de que Fesser ha bebido en aguas demasiado turbias y no se ha preocupado por examinar la vida real de las mujeres de esa prelatura de la Iglesia Católica. Incluso se atreve a sostener que su película es una radiografía del Opus Dei, pero una radiografía, habría que matizar, hecha a despojos o esqueletos, no a un ser real, vivo y de carne y hueso.
Tampoco le parece relevante a Javier Fesser respetar la libertad de la mujer para elegir el tipo de vida que quiera. Tras el visionado de la película podría deducirse que sin el hombre la mujer no es nada. Y resulta cuanto menos curioso que el director de Camino no se atreva a señalar lo que Santa Teresa de Jesús decía con orgullo acerca de su condición y libertad de mujer célibe, una elección personal que le otorgó una independencia superior a la de muchas otras mujeres de su tiempo. Y aunque Fesser cite a la santa en la película, una vez más demuestra no comprenderla. Y junto a ella, muchas otras féminas que viviendo su celibato en la Iglesia han manifestado una autonomía y creatividad superior a la de otras damas de su época: es el caso de  Santa Hildegard Von Bingen, una intelectual de gran carácter, que influyó mucho en una época (siglo XII) en que la mujer tenía menos libertad de movimiento que en la actualidad. Se relacionó con Papas, obispos e incluso con el emperador Barbarroja. Fue escritora, teóloga, compositora, abadesa, médica, mística y profetisa[4].


(Visión película sobre santa Hildegard)

Y otro tanto sucede con la vida de las mujeres del Opus Dei (con la diferencia, respecto de las mujeres citadas anteriormente, de las condiciones de su vida en pleno siglo XX o XXI y el carácter secular o laical de su vocación cristiana al Opus Dei; no son religiosas o mujeres consagradas) que Fesser parece conocer sólo de oídas. Las supernumerarias son mujeres casadas que suelen conjugar su vida familiar con una exigente vida profesional. Y las numerarias auxiliares son mujeres célibes que trabajan en la administración doméstica de los centros del Opus Dei (tanto de hombres como de mujeres). Algunas numerarias también desempeñan esta tarea, aunque no de manera exclusiva, pues también ejercen, al igual que el resto de miembros de la Prelatura, cualquier tipo de trabajo profesional honrado.
Las numerarias auxiliares se dedican profesionalmente a estas tareas hogareñas, necesarias para que todos los centros del Opus Dei tengan ese ambiente de familia cristiana tan característico –pero no como empleadas en casa ajena, sino como madres o hermanas de familia en su propio hogar, aunque por su profesionalidad, se las pueda denominar, según las costumbres de cada país, empleadas del hogar, administradoras, etc.Esta labor para hacer más humanas y habitables las viviendas de los miembros del Opus Dei tiene su origen en el hogar de los Escrivá. Un ambiente de familia que, años después, el fundador trasladó a las casas de la Obra, como se refleja en el filme There be dragons.


(Dos historias con más de un punto en común)


En definitiva, se echa en falta en Fesser el rigor de John Allen[5] o de Vittorio Messori[6], que entrevistaron a muchas personas y vivieron en centros de la Obra durante su investigación, ofreciendo un testimonio creíble, que no excluye alguna crítica. Da la impresión de que Fesser se ha limitado a tomar como fuente de su relato unos pocos testimonios de gente más o menos resentida tras su contacto con la Obra: a eso se reduce su radiografía del Opus Dei[7].
















c)         Mr. Peebles y la verdad

Todos los reproches de Javier Fesser a la Iglesia y al Opus Dei tienen su raíz última en la postura intelectual de este cineasta madrileño[8]. Fesser se encuentra instalado en posturas filosóficas descartadas por gran parte de los pensadores de nuestros días (es el caso de Habermas, Vargas Llosa o Karl Popper, por citar unos pocos ejemplos de pensadores agnósticos abiertos al diálogo religioso), pero que todavía gozan de gran predicamento en ciertos sectores de la opinión pública: se trata de una gran desconfianza en la razón humana y en su capacidad para alcanzar la verdad. El pensamiento débil característico de la posmodernidad reniega de la fascinante tarea de encontrar (o más bien, de dejarse encontrar) por la verdad. Una actitud que impide el debate y el diálogo entre posturas diversas. El relativista se aferra empecinadamente a su postura, no con argumentos racionales, sino con la actitud del rival futbolístico: o tú o yo.


(Habermas y Ratzinger)

Por eso, para Fesser da lo mismo hablar de Mr. Peebles (el enano mágico de Camino), que de un gnomo, un hada o Dios. En el fondo, todo sería producto de nuestra imaginación, o de nuestros deseos de placer o de poder sublimados (es lo que insinúan las escenas surrealistas de la película, que pretenden descubrir un mundo imaginario en el que la protagonista vive feliz). Pero más bien habría que decir que nuestra psicología profunda es mucho más rica que todo lo que las escenas oníricas de Camino sugieren: porque está abierta a la infinitud de lo real. No sólo nos interesa dominar o disfrutar. También la verdad, el amor y la belleza mueven al hombre.



El psicologismo característico de la sociedad hiperindividualista parece no advertir que los deseos humanos remiten más allá de ellos mismos. No podemos reducir el misterio del hombre a lo que se encuentra en su inconsciente. Es necesario salir de ese reducido ámbito de nuestra psicología y advertir que la fuente que sacia nuestros anhelos está fuera de nosotros, tal y como lo descubrió Alexia en su vida real. De ahí que muchos psicólogos humanistas actuales (Viktor Frankl, Daniel Goleman, Oliver Sacks, Lou Marinoff o Enrique Rojas) hayan superado las deficiencias del psicoanálisis al reconocer que la madurez humana no se basa en el equilibrio obtenido por la satisfacción de los impulsos primarios (el célebre tópico: ¡comamos y bebamos que mañana moriremos!), sino en el esfuerzo por trascenderse, ir más allá de sí mismo y buscar un significado a la existencia.




Este sentido no es creado por la persona, más bien es algo o alguien que encuentra en su vida. Muchas veces son otras personas las que permiten que lleguemos a conocer el sentido de nuestra vida y superar una crisis vital que nos atenaza. Pero da la impresión de que a Fesser se le escapa que el amor, el trabajo creativo, la religión e incluso el sacrificio constituyen una serie de facetas antropológicas que confieren pleno significado a la vida humana.

d)        El supuesto ateísmo de Fesser

Javier Fesser es muy libre para alegar que no existe la verdad, o que no cree en ningún ser trascendente a este mundo. Lo que sí se le puede exigir es que sea consecuente con esas afirmaciones y no las esgrima como si fueran algo inocente y tan inocuo como cualquier otra opinión.
La verdad es que algunos ateos son muy hábiles en el juego de tirar la piedra y esconder la mano[9]. Por fortuna, algunos pensadores de nuestra historia más o menos reciente reconocen las consecuencias que acarrea para la vida humana la negación de Dios. “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”, se afirma en la novela de Dostoievski Los hermanos Karamazov. La negación del Absoluto hace que todo se vuelva relativo.
A la misma conclusión llegan Nietzsche y Sartre. Estos autores irrumpen en el escenario de la historia de nuestra cultura como lúcidos delatores de las incongruencias de una ética basada en la negación de la existencia de Dios. Sirva de ejemplo el caso de Sartre:
“El existencialismo se opone decididamente a cierto tipo de moral laica que quisiera suprimir a Dios con el menor gasto posible.(...) El existencialista, por el contrario, piensa que es muy incómodo que Dios no exista, porque con él desaparece toda posibilidad de encontrar valores en un cielo inteligible; ya no se puede tener el bien a priori, porque no hay más conciencia infinita y perfecta para pensarlo; no está escrito en ninguna parte que el bien exista, que haya que ser honrado, que no haya que mentir.”[10]
        La única norma que regiría las conductas sería la voluntad del más fuerte: llámese ciencia, opinión pública o política. Por eso la muerte de Dios anunciada por Nietzsche, dio lugar a la muerte del hombre anunciada por los filósofos estructuralistas y llevada a cabo en los genocidios nazis y soviéticos. El siglo XX tal vez pase a la historia como uno de los más crueles que haya habido nunca. Y los inicios del XXI no están siendo muy halagadores al respecto.


El nihilismo ateo (a veces disfrazado de verborrea religiosa o nacionalista) y el subjetivismo, producen conductas como la del terrorista que disimula su horrenda masacre con la sofística afirmación de que actúa en nombre de Dios o de la nación. El miembro suicida de una secta cree que está haciendo un acto meritorio para llegar al más allá, cuando nadie es dueño absoluto de su propio cuerpo. También el defensor de la eutanasia cae en el subjetivismo cuando opina que el enfermo terminal ya no puede encontrar un sentido para su vida.


        Si Dios no existiera –algo de lo que Fesser pretende convencernos con su filme– nuestros derechos serían muy precarios, por no decir inexistentes. Llegados a este punto conviene no olvidar que Camino, en último término, no es una película contra el Opus Dei, sino más bien una cinta opuesta a la noción de Dios y a la visión cristiana de la vida, el amor, el sufrimiento y la muerte. Por todo ello, es necesario recordar lo que se deriva de una antropología atea: que el ser humano más débil (no nacido, anciano o enfermo terminal) acaba dependiendo siempre de la decisión de los demás para conquistar su derecho a existir. Es algo que empieza a ser habitual en la coyuntura presente, en la que cierta parte de la sociedad, y algunos parlamentos, han asumido el papel de la divinidad. Pero nuestro mundo no tendrá la suficiente fuerza moral para salir del infierno iniciado en el siglo pasado –y llegar a respetar el valor incondicional de toda vida humana– mientras no se reconozca que el fundamento último de esa vida es un ser personal absoluto y trascendente: Dios.





[1]Alexia, experiencia de amor y dolor vivida por una adolescente, de Mª Victoria Molins, una religiosa del colegio donde estudió la niña; Alexia: alegría y heroísmo en la enfermedad, de Miguel Ángel Monge, capellán de la clínica universitaria de Pamplona; y Un regalo del cielo, del filósofo y crítico de cine Pedro Antonio Urbina. Además de estas biografías, recomendamos visitar su web www.alexiagb.org, y el artículo de Ninfa Watt, teresiana y crítica de cine: “Camino, de Javier Fesser, y la verdadera historia de Alexia”; www.zenit.org.

[2] Este filme, protagonizado por Paz Vega, pretende ser una biografía revisada de la santa de Ávila. Su director y guionista, el escritor Ray Loriga, aborda la figura de una mujer emblemática para la historia de España y del cristianismo. Loriga afirma que ha leído todos los escritos de Santa Teresa, pero viendo el filme da la impresión de que el director está contando la historia de otra persona. La película arranca con un prólogo en el que reduce el siglo XVI a la Inquisición y a unas imágenes de orgías que no vienen demasiado a cuento. De ahí nos traslada a una Teresa de Cepeda y Ahumada coqueteando de modo lascivo con un joven caballero. Pero como lo suyo no son los amores del mundo ingresa en un convento carmelita. A partir de este momento, la película parece acercarse más fidedignamente a la historia de la santa. Pero para no hacernos ilusiones, se nos presentan una serie de escenas de gran calidad visual que representan las experiencias místicas de santa Teresa en clave erótica –el dogma que parece querer imponernos cierto cine actual: no hay vida posible sin sexo. Volviendo a dar otro giro radical, la película, después del cóctel descrito, quiere mostrarnos los deseos de santidad y unión con Cristo, que llevarán a la santa de Ávila a reformar la orden del Carmelo. En la realización de Teresa, el cuerpo de Cristo, ha trabajado lo mejor del cine español, tanto desde el punto de vista técnico como artístico. Y el resultado podría haber sido algo innovador e interesante. Sin embargo, el saldo final es una película que no interesa a nadie: pues ofende a los católicos y a los que admiran a santa Teresa como escritora y renovadora de la lengua castellana, y deja indiferentes a los que son ajenos al mundo de la experiencia religiosa. Y una prueba de ello fueron los pobres resultados de taquilla obtenidos por el filme. Algo que se podría haber resuelto sometiendo la película a pases previos con diferentes tipos de público, que hubieran aportado sugerencias para el montaje definitivo. Se trata de los famosos preview habituales en el cine americano, pero no en el español, que es muy celoso de la autoría personal y ve como censura cualquier sugerencia para modificar una película. En definitiva, esta producción no llega a la altura de la serie televisiva Teresa de Jesús, dirigida por Josefina Molina y protagonizada por Concha Velasco, o al interés que despierta la cinta experimental realizada por Rafael Gordon, a modo de entrevista televisiva, Teresa, Teresa, protagonizada por Isabel Ordaz.
[3] Tarkovski, A., Esculpir en el tiempo. Rialp. Madrid, 2000, p. 62
[4] Es tal vez  menos conocida que otras santas doctoras de la Iglesia como Teresa de Jesús y Catalina de Siena. Pero recientemente se ha hablado más de ella gracias a la película Visión (2009), de la directora y guionista también alemana Margarethe von Trotta. El papa Benedicto XVI le ha dedicado varios discursos en los últimos años y ha anunciado su decisión de otorgar a esta santa el título de Doctora de la Iglesia.
[5] Opus Dei: una visión objetiva de la realidad y los mitos de la fuerza más polémica dentro de la Iglesia católica. Editorial Planeta. Barcelona, 2006.
[6] Opus Dei: una investigación. Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 1997.

[7] “En el Opus Dei es fundamental que cada uno se convierta a diario y sepa pedir perdón con humildad a Dios y a aquellos a quienes ha podido herir u ofender”. (Entrevista con el prelado del Opus Dei, Monseñor Javier Echevarría, realizada por Francesco Ognibene. Avvenire (Milán). 07-07-2001). “Es cierto que los fieles del Opus Dei viven su entrega a Dios con plena libertad, y que esa entrega les ayuda a experimentar la felicidad, una felicidad relativa dentro de lo que es posible en este mundo. Por eso, la inmensa mayoría de los hombres y mujeres que se acercan a los centros de la Obra guardan afecto de por vida. Pero no siempre es así, y no me parece negativo, al contrario, que un libro como el de John L. Allen se haga eco de esos casos que considero excepcionales. Cuando el autor preguntó al Prelado por esta cuestión, monseñor Echevarría dijo que a las personas que no se han sentido bien tratadas, les pedimos perdón de todo corazón.” (Entrevista a Marc Carroggio, responsable internacional de la Oficina de prensa del Opus Dei en Roma, publicada por la agencia Zenit. 2005/12/22; http://www.opusdei.org).

[8] Ante la tibia respuesta del público a su película, Javier Fesser, a la semana del estreno, se lanzó desesperadamente a provocar una campaña de ruido mediático arremetiendo contra la familia de Alexia y contra el Opus Dei, responsabilizándoles del fracaso comercial de Camino. Pero no sirvió de nada, los números del box-office son implacables y la recaudación de la película fue bastante modesta. Tras el fracaso de esta estrategia, el productor de la película, Jaume Roures, desplegó todo su aparato de influencias, y su lobby empezó a moverse para hacer campaña ente los miembros de la Academia del cine español –de cara a la ceremonia de los Premios Goya de ese año. Y esta vez la jugada la salió bien, sus amigos (o más bien súbditos de su holding audiovisual) gratificaron con creces a Camino (seis premios), pero la taquilla, el público, que no se mueve por amiguismos ni prebendas, siguió sin responder, y Camino pasó por la gran pantalla con más pena que gloria. Sólo obtuvo más repercusión tras su emisión en TVE, con más de tres millones de espectadores.
[9] En sus entrevistas con la prensa, Javier Fesser declaró que: “siempre he tratado de dialogar con aquél que ha intentado entender la película”. Eso sí, como todo relativista, desplegó una doble estrategia: de cara a la galería exhibe un talante abierto, pero de puertas para adentro se cree en posesión de la única interpretación válida de fenómenos que apenas conoce: la vida de Alexia, y por supuesto, el Opus Dei, aunque nunca haya visitado un centro de la Obra, pues ni siquiera está al tanto –como se puede apreciar en la película– de algo tan básico como su estilo de mobiliario o cómo se desarrolla una comida en una casa del Opus Dei. Y prosiguiendo con su táctica sibilina no teme contradecirse, por eso a la vez que asegura que le “irrita el hecho de que una institución básicamente dañina se llame la obra de Dios”, confiesa, tras recibir el Goya, que “estoy aquí por mis padres que me han criado con amor, cariño y buen humor”; pero sin desvelar a sus oyentes que sus padres son cristianos y tienen alguna relación con el Opus Dei.
[10] El existencialismo es un humanismo. Edhasa, Barcelona 1992.

6 comentarios:

Unknown dijo...

Qué claridad de ideas y qué valentía al exponerlas!.

Solo añadir que además de todo lo comentado que ya es gráfico por sí mismo, por lo que he visto en los diferentes trailers,en la película se pone en boca de otras personas (su madre sobre todo), cosas que fueron dichas por la propia Alexia y eso es evidentemente con ánimo de confundir porque cambia totalmente el sentido de la conversación que aparece.

Gracias por todo lo que aportas y enhorabuena por la página web.

Unknown dijo...

Me parecen sugerentes varios de los comentarios, como lo de que el dolor y el amor van muchas veces unidos le guste o no a Fresser. Aunque si la película es tan tostón como se dice y he leído en varias críticas, creo que el film no merece que se le dedique más de un párrafo para comentarla. Basta que me digan varios que es una mala película para no ir a verla, lo demás son ganas de polémica.

Anónimo dijo...

Enhorabuena.
Me ha sorprendido empezar a leer una crítica y terminar, poco a poco y bien hilado, en el terreno de las ideas.
Me apunto varias frases de tu artículo para rumierlas despacio...
Mil gracias, Juanjo

GAUDENCIO dijo...

Adjunto tu crítica al post de mi blog.
Muchas gracias por tan excelente trabajo!!!!

Unknown dijo...

No sé si la película es tostón o no, pero una reflexión como esta va mucho más allá. Es enormemente interesante. Le daré algunas vueltas antes de continuar con los comentarios. Sirva este para expresar mi felicitación.

Jesús Sanz Rioja dijo...

No deja de ser, tampoco, una aportación a la legalización de la eutanasia. Al parecer, según este hombre, a la niña habría que haberla matado, y a correr.