País: España. Dirección: Javier Fesser. Intérpretes: Nerea Camacho, Carmen Elías, Mariano Venancio, Manuela Vellés, Pepe Ocio, Ana Gracia, Lola Casamayor, Jordi Dauder. Guión: Javier Fesser. Música: Rafael Arnau, Mario Gosálvez. Fotografía: Alex Catalán. Distribuye en Cine: Altafilms. Duración: 143 min. Género: Drama. Publico apropiado: Adultos. Estreno: 17-10-2008.
[7] “En
el Opus Dei es fundamental que cada uno se convierta a diario y sepa pedir
perdón con humildad a Dios y a aquellos a quienes ha podido herir u ofender”. (Entrevista con el prelado del
Opus Dei, Monseñor Javier Echevarría, realizada por Francesco Ognibene. Avvenire
(Milán). 07-07-2001). “Es cierto que
los fieles del Opus Dei viven su entrega a Dios con plena libertad, y que esa
entrega les ayuda a experimentar la felicidad, una felicidad relativa dentro de
lo que es posible en este mundo. Por eso, la inmensa mayoría de los hombres y
mujeres que se acercan a los centros de la Obra guardan afecto de por vida.
Pero no siempre es así, y no me parece negativo, al contrario, que un libro
como el de John L. Allen se haga eco de esos casos que considero excepcionales.
Cuando el autor preguntó al Prelado por esta cuestión, monseñor Echevarría dijo
que a las personas que no se han sentido bien tratadas, les pedimos perdón de
todo corazón.” (Entrevista a Marc Carroggio, responsable
internacional de la Oficina de prensa del Opus Dei en Roma, publicada por la
agencia Zenit. 2005/12/22; http://www.opusdei.org).
Un cóctel explosivo
Javier
Fesser asegura que se ha inspirado, para rodar Camino, en la vida de Alexia González-Barros, una muchacha que
falleció con fama de santidad en 1985 tras una dolorosa enfermedad causada por
un tumor maligno. El heroísmo, entereza y serenidad de la muchacha ante el
dolor, y el gran número de devotos que suscitó (y sigue suscitando) su vida y
su muerte, dieron lugar a que se iniciara el proceso canónico para su
beatificación y canonización.
Sorprende
el cambio de registro que esta película supone en la filmografía del autor,
pues salvo uno de sus cortometrajes (Binta
y la gran idea), todo su trabajo se mueve en el ámbito de la comedia y la
parodia (El milagro de P. Tinto, La gran
aventura de Mortadelo y Filemón). Tal vez por eso, cuando aborda un drama
como Camino el resultado sea una
película con un metraje desmesurado.
Alejado
del género burlesco, del gag
ingenioso, irreverente o sarcástico, Fesser pierde la frescura que le
caracteriza a la hora de contar historias, sobre todo si se trata –como sucede
en este caso– de relatos que requieren un poco más de seriedad y ponderación.
Tal vez por eso tiene que recurrir cada dos por tres a parches (escenas
demasiado largas, morbo en las escenas de quirófano o insertos de películas de
animación como la Cenicienta) que disimulen la falta de ritmo de su guión. Sólo
cabe destacar en Camino su buena
factura visual y la actuación natural y encantadora de Nerea Camacho.
(Trailer Camino)
Fesser
ha elaborado su relato cinematográfico a partir de frases tomadas de las
biografías de Alexia publicadas en castellano.[1] En ese sentido, en la
película aparecen escenas y diálogos literalmente copiados de estos libros,
pero cambiados de contexto, con la intención de darles un significado radicalmente
opuesto al original. Por citar un pequeño ejemplo: las enfermeras de la clínica
universitaria de Pamplona trataban con gran cariño y simpatía a Alexia, le
indicaban que las avisara cuanto sintiera dolor y que no tuviera reparo en
quejarse de las molestias ocasionadas por el tratamiento. Pues Javier Fesser
traslada estos diálogos a las enfermeras de una clínica madrileña, que en
realidad fueron muy frías con la muchacha, y presenta como unas antipáticas a
las profesionales de la clínica navarra.
(Alexia González-Barros)
La
deformación de los familiares de Alexia también es patente. Su padre, Francisco,
aparece en la película como un hombre pusilánime, lleno de dudas y que muere en
un trágico accidente antes que su hija. Pero en realidad el padre de Alexia era
una persona de fuertes convicciones cristianas, que sobrevivió a su hija, y
tras la muerte de ésta pidió ser admitido como supernumerario en el Opus Dei.
La
madre de Alexia, Ramona (Moncha) es, sin duda alguna, el personaje que peor
trato recibe en Camino. Se la
presenta como una especie de fanática religiosa, hábil manipuladora y sin otra
ambición que convencer con
planteamientos pueriles a sus hijas. Sin embargo, Moncha era una mujer culta y
amable, interesada en que sus hijos conociesen el mundo, aprendiesen idiomas y viviesen
su libertad con responsabilidad. Por eso se preocupó de que recibiesen una
adecuada formación humana y religiosa.
(Alexia con sus padres)
(Reportaje sobre el estreno del documental Alexia)
(Victoria Molins habla sobre Moncha)
Fesser
tampoco es muy sutil a la hora de dibujar el retrato de la hermana de Alexia.
La representa como una mujer débil, sin personalidad, manipulada por su madre,
y que se incorpora al Opus Dei como numeraria a causa de un desengaño amoroso.
Sin embargo, Mª José, la hermana de Alexia en la vida real, es una mujer con
varios títulos universitarios, independiente y con una fuerte personalidad. Pidió la admisión como numeraria a los 22 años y, al enfermar su hermana, iniciaba su vida laboral después de terminar sus estudios en Farmacia y Antropología americana, en la Universidad Complutense de Madrid.
Otra
de las estrategias que más chirrían en la película Camino es la alusión al “novio” de la protagonista. Camino está
platónicamente enamorada de un chaval que se llama Jesús. Lo cual le permite al
director de la película jugar con el nombre del adolescente y la figura de
Jesús, el hijo de Dios, a quien la niña acude en sus conversaciones y en sus
plegarias. Una vez más, nos encontramos, en este caso, con una verdad a medias.
Como resulta natural, a Alexia le gustaba un niño que se llamaba Alfonso, al
que conoció durante el verano de 1984 en Vall-Llobrega. Ella, como hacía con
otros temas de su vida personal, se lo refirió a su madre. Y era tal la
confianza entre las dos que, un día, su madre le regaló una pegatina con el
texto: “I love Alfonso”. Al dársela,
Alexia comentó ruborizada: “¡Qué cosas tienes, mamá!”.
Javier Fesser
Wim Wenders
a)
Grandes
maestros y pequeños burlones
Nuestro
director no parece disponer de la cultura humanística de realizadores
cinematográficos de la talla de Wim Wenders (no hace falta más que comparar la espantosa
visión de los ángeles que nos ofrece el español, con la audaz y genial del
alemán en Cielo sobre Berlín)
o Richard Attenborough en su genial retrato del sentido cristiano del dolor en Tierras de penumbra, biopic sobre el escritor inglés C.S. Lewis. También se encuentra Fesser a años luz de ese canto a la vida y a la dignidad de la persona (incluso gravemente enferma) que es Despertares. El director de Camino, por el contrario, se encuentra más cerca de directores que exhiben una antropología precaria, de andar por casa, como le sucede, por ejemplo, a Ron Howard (El código Da Vinci).
o Richard Attenborough en su genial retrato del sentido cristiano del dolor en Tierras de penumbra, biopic sobre el escritor inglés C.S. Lewis. También se encuentra Fesser a años luz de ese canto a la vida y a la dignidad de la persona (incluso gravemente enferma) que es Despertares. El director de Camino, por el contrario, se encuentra más cerca de directores que exhiben una antropología precaria, de andar por casa, como le sucede, por ejemplo, a Ron Howard (El código Da Vinci).
Despertares
Tierras de penumbra
(Dios nos cincela con el dolor. Escena de Tierras de penumbra)
(Tierras de penumbra. El dolor es parte de la felicidad)
Otra
actitud ausente en Fesser es la de los grandes directores clásicos (Zinneman,
Pasolini, Rossellini, Bergman, etc.) caracterizados por su respeto y
comprensión (no identificación) hacia los personajes retratados por sus filmes,
sobre todo si eran históricos (santos, o incluso el mismo Jesucristo) y el
director no compartía sus creencias o incluso era ateo. Con citar unos pocos
títulos, entre cientos, será suficiente: Francesco,
juglar de Dios, El evangelio según
san Mateo, El séptimo sello o Un
hombre para la eternidad.
La
óptica de Fesser se asemeja más a la de Ray Loriga en la fallida Teresa, el cuerpo de Cristo[2]. Una visión que no intenta
comprender el fenómeno relatado sino adaptarlo y comprimirlo a su particular
visión beligerante. Tales posturas reflejan lo que el director de cine ruso
Andrei Tarkovski denunciaba en su ensayo Esculpir
en el tiempo, cuando advertía que el “arte moderno ha entrado por un camino
errado, porque en nombre de la mera autoafirmación ha abjurado de la búsqueda
del sentido de la vida. Así, la llamada tarea creadora se convierte en una rara
actividad de excéntricos, que buscan tan sólo la justificación del valor
singular de su egocéntrica actividad”[3].
(Teresa de Jesús interpretada por Concha Velasco)
(Paz Vega en Teresa, el cuerpo de Cristo)
b)
Machismo
progresista
Los
dardos de Fesser apuntan innegablemente a las mujeres del Opus Dei. Casi todas
las ironías y críticas se vierten sobre ellas. Da la impresión de que Fesser ha
bebido en aguas demasiado turbias y no se ha preocupado por examinar la vida
real de las mujeres de esa prelatura de la Iglesia Católica. Incluso se atreve
a sostener que su película es una radiografía del Opus Dei, pero una
radiografía, habría que matizar, hecha a despojos o esqueletos, no a un ser
real, vivo y de carne y hueso.
Tampoco
le parece relevante a Javier Fesser respetar la libertad de la mujer para elegir
el tipo de vida que quiera. Tras el visionado de la película podría deducirse
que sin el hombre la mujer no es nada. Y resulta cuanto menos curioso que el
director de Camino no se atreva a
señalar lo que Santa Teresa de Jesús decía con orgullo acerca de su condición y
libertad de mujer célibe, una elección personal que le otorgó una independencia
superior a la de muchas otras mujeres de su tiempo. Y aunque Fesser cite a la
santa en la película, una vez más demuestra no comprenderla. Y junto a ella,
muchas otras féminas que viviendo su celibato en la Iglesia han manifestado una
autonomía y creatividad superior a la de otras damas de su época: es el caso
de Santa Hildegard Von Bingen, una intelectual de gran carácter, que
influyó mucho en una época (siglo XII) en que la mujer tenía menos libertad de
movimiento que en la actualidad. Se relacionó con Papas, obispos e incluso con
el emperador Barbarroja. Fue escritora, teóloga, compositora, abadesa, médica, mística y profetisa[4].
(Visión película sobre santa Hildegard)
Y
otro tanto sucede con la vida de las mujeres del Opus Dei (con la diferencia, respecto de las mujeres citadas anteriormente, de las condiciones de su vida en pleno siglo XX o XXI y el carácter secular o laical de su vocación cristiana al Opus Dei; no son religiosas o mujeres consagradas) que Fesser parece conocer
sólo de oídas. Las supernumerarias son
mujeres casadas que suelen conjugar su vida familiar con una exigente vida
profesional. Y las numerarias auxiliares son mujeres célibes que trabajan en la
administración doméstica de los centros del Opus Dei (tanto de hombres como de
mujeres). Algunas numerarias también desempeñan esta tarea, aunque no de manera
exclusiva, pues también ejercen, al igual que el resto de miembros de la
Prelatura, cualquier tipo de trabajo profesional honrado.
Las numerarias auxiliares se
dedican profesionalmente a estas tareas hogareñas, necesarias para que todos los centros del Opus Dei tengan ese ambiente de familia cristiana tan característico –pero no como empleadas en casa ajena, sino como
madres o hermanas de familia en su propio hogar, aunque por su profesionalidad, se las pueda denominar, según las costumbres de cada país, empleadas del hogar, administradoras, etc.- Esta labor para hacer más humanas y
habitables las viviendas de los miembros del Opus Dei tiene su origen en el
hogar de los Escrivá. Un ambiente de familia que, años después, el fundador
trasladó a las casas de la Obra, como se refleja en el filme There be dragons.
(Dos historias con más de un punto en común)
En
definitiva, se echa en falta en Fesser el rigor de John Allen[5] o de Vittorio Messori[6], que entrevistaron a muchas
personas y vivieron en centros de la Obra durante su investigación, ofreciendo
un testimonio creíble, que no excluye alguna crítica. Da la impresión de que
Fesser se ha limitado a tomar como fuente de su relato unos pocos testimonios
de gente más o menos resentida tras su contacto con la Obra: a eso se reduce su
radiografía del Opus Dei[7].
Todos
los reproches de Javier Fesser a la Iglesia y al Opus Dei tienen su raíz última
en la postura intelectual de este cineasta madrileño[8]. Fesser se encuentra
instalado en posturas filosóficas descartadas por gran parte de los pensadores
de nuestros días (es el caso de Habermas, Vargas Llosa o Karl Popper, por citar unos pocos ejemplos de pensadores agnósticos abiertos al diálogo religioso), pero que todavía gozan de gran
predicamento en ciertos sectores de la opinión pública: se trata de una gran
desconfianza en la razón humana y en su capacidad para alcanzar la verdad. El
pensamiento débil característico de la posmodernidad reniega de la fascinante
tarea de encontrar (o más bien, de dejarse encontrar) por la verdad. Una
actitud que impide el debate y el diálogo entre posturas diversas. El
relativista se aferra empecinadamente a su postura, no con argumentos racionales,
sino con la actitud del rival futbolístico: o tú o yo.
(Habermas y Ratzinger)
Por
eso, para Fesser da lo mismo hablar de Mr. Peebles (el enano mágico de Camino),
que de un gnomo, un hada o Dios. En el fondo, todo sería producto de nuestra
imaginación, o de nuestros deseos de placer o de poder sublimados (es lo que
insinúan las escenas surrealistas de la película, que pretenden descubrir un
mundo imaginario en el que la protagonista vive feliz). Pero más bien habría
que decir que nuestra psicología profunda es mucho más rica que todo lo que las
escenas oníricas de Camino sugieren:
porque está abierta a la infinitud de lo real. No sólo nos interesa dominar o
disfrutar. También la verdad, el amor y la belleza mueven al hombre.
El
psicologismo característico de la sociedad hiperindividualista parece no
advertir que los deseos humanos remiten más allá de ellos mismos. No podemos
reducir el misterio del hombre a lo que se encuentra en su inconsciente. Es
necesario salir de ese reducido ámbito de nuestra psicología y advertir que la
fuente que sacia nuestros anhelos está fuera de nosotros, tal y como lo
descubrió Alexia en su vida real. De ahí que muchos psicólogos humanistas
actuales (Viktor Frankl, Daniel Goleman, Oliver Sacks, Lou Marinoff o Enrique
Rojas) hayan superado las deficiencias del psicoanálisis al reconocer que la
madurez humana no se basa en el equilibrio obtenido por la satisfacción de los
impulsos primarios (el célebre tópico: ¡comamos y bebamos que mañana
moriremos!), sino en el esfuerzo por trascenderse, ir más allá de sí mismo y
buscar un significado a la existencia.
Este
sentido no es creado por la persona,
más bien es algo o alguien que encuentra
en su vida. Muchas veces son otras personas
las que permiten que lleguemos a conocer el sentido de nuestra vida y superar una
crisis vital que nos atenaza. Pero da la impresión de que a Fesser se le escapa
que el amor, el trabajo creativo, la religión e incluso el sacrificio
constituyen una serie de facetas antropológicas que confieren pleno significado
a la vida humana.
d)
El supuesto ateísmo de Fesser
Javier
Fesser es muy libre para alegar que no existe la verdad, o que no cree en
ningún ser trascendente a este mundo. Lo que sí se le puede exigir es que sea
consecuente con esas afirmaciones y no las esgrima como si fueran algo inocente
y tan inocuo como cualquier otra opinión.
La
verdad es que algunos ateos son muy hábiles en el juego de tirar la piedra y
esconder la mano[9].
Por fortuna, algunos pensadores de nuestra historia más o menos reciente
reconocen las consecuencias que acarrea para la vida humana la negación de
Dios. “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”, se afirma en la novela de
Dostoievski Los hermanos Karamazov.
La negación del Absoluto hace que todo se vuelva relativo.
A
la misma conclusión llegan Nietzsche y Sartre. Estos autores irrumpen en el escenario de la historia de nuestra
cultura como lúcidos delatores de las incongruencias de una ética basada en la
negación de la existencia de Dios. Sirva de ejemplo el caso de Sartre:
“El existencialismo se opone
decididamente a cierto tipo de moral laica que quisiera suprimir a Dios con el
menor gasto posible.(...) El existencialista, por el contrario, piensa que es
muy incómodo que Dios no exista, porque con él desaparece toda posibilidad de
encontrar valores en un cielo inteligible; ya no se puede tener el bien a priori, porque no hay más conciencia
infinita y perfecta para pensarlo; no está escrito en ninguna parte que el bien
exista, que haya que ser honrado, que no haya que mentir.”[10]
La
única norma que regiría las conductas sería la voluntad del más fuerte: llámese
ciencia, opinión pública o política. Por eso la muerte de Dios anunciada por
Nietzsche, dio lugar a la muerte del hombre anunciada por los filósofos
estructuralistas y llevada a cabo en los genocidios nazis y soviéticos. El siglo
XX tal vez pase a la historia como uno de los más crueles que haya habido
nunca. Y los inicios del XXI no están siendo muy halagadores al respecto.
El
nihilismo ateo (a veces disfrazado de verborrea religiosa o nacionalista) y el
subjetivismo, producen conductas como la del terrorista que disimula su
horrenda masacre con la sofística afirmación de que actúa en nombre de Dios o
de la nación. El miembro suicida de una secta cree que está haciendo un acto
meritorio para llegar al más allá, cuando nadie es dueño absoluto de su propio
cuerpo. También el defensor de la eutanasia cae en el subjetivismo cuando opina
que el enfermo terminal ya no puede encontrar un sentido para su vida.
Si
Dios no existiera –algo de lo que Fesser pretende convencernos con su filme– nuestros derechos serían muy precarios, por no decir inexistentes. Llegados a este punto conviene no olvidar que Camino, en último término, no es una película contra el Opus Dei, sino más bien una cinta opuesta a la noción de Dios y a la visión cristiana de la vida, el amor, el sufrimiento y la muerte. Por todo ello, es necesario recordar lo que se deriva de una antropología atea: que el ser
humano más débil (no nacido, anciano o enfermo terminal) acaba dependiendo siempre de
la decisión de los demás para conquistar su derecho a existir. Es algo que
empieza a ser habitual en la coyuntura presente, en la que cierta parte de la
sociedad, y algunos parlamentos, han asumido el papel de la divinidad. Pero
nuestro mundo no tendrá la suficiente fuerza moral para salir del infierno
iniciado en el siglo pasado –y llegar a respetar el valor incondicional de toda
vida humana– mientras no se reconozca que el fundamento último de esa vida es
un ser personal absoluto y trascendente: Dios.
[1]Alexia, experiencia de amor y dolor vivida por una adolescente, de Mª Victoria Molins, una religiosa del colegio donde estudió la niña; Alexia: alegría y heroísmo en la enfermedad, de Miguel Ángel Monge, capellán de la clínica universitaria de Pamplona; y Un regalo del cielo, del filósofo y crítico de cine Pedro Antonio Urbina. Además de estas biografías, recomendamos visitar su web www.alexiagb.org, y el artículo de Ninfa Watt, teresiana y crítica de cine: “Camino, de Javier Fesser, y la verdadera historia de Alexia”; www.zenit.org.
[2] Este filme,
protagonizado por Paz Vega, pretende ser una biografía revisada de la santa de
Ávila. Su director y guionista, el escritor Ray Loriga, aborda
la figura de una mujer emblemática para la historia de España y del
cristianismo. Loriga afirma que ha leído todos los escritos de Santa Teresa,
pero viendo el filme da la impresión de que el director está contando la
historia de otra persona. La película arranca con un prólogo en el que reduce
el siglo XVI a la Inquisición y a unas imágenes de orgías que no vienen demasiado
a cuento. De ahí nos traslada a una Teresa de Cepeda y Ahumada coqueteando de
modo lascivo con un joven caballero. Pero como lo suyo no son los amores del
mundo ingresa en un convento carmelita. A partir de este momento, la película
parece acercarse más fidedignamente a la historia de la santa. Pero para no
hacernos ilusiones, se nos presentan una serie de escenas de gran calidad
visual que representan las experiencias místicas de santa Teresa en clave erótica
–el dogma que parece querer imponernos cierto cine actual: no hay vida posible
sin sexo. Volviendo a dar otro giro radical, la película, después del cóctel
descrito, quiere mostrarnos los deseos de santidad y unión con Cristo, que
llevarán a la santa de Ávila a reformar la orden del Carmelo. En la realización
de Teresa, el cuerpo de Cristo, ha
trabajado lo mejor del cine español, tanto desde el punto de vista técnico como
artístico. Y el resultado podría haber sido algo innovador e interesante. Sin
embargo, el saldo final es una película que no interesa a nadie: pues ofende a
los católicos y a los que admiran a santa Teresa como escritora y renovadora de
la lengua castellana, y deja indiferentes a los que son ajenos al mundo de la
experiencia religiosa. Y una prueba de ello fueron los pobres resultados de
taquilla obtenidos por el filme. Algo que se podría haber resuelto sometiendo
la película a pases previos con diferentes tipos de público, que hubieran
aportado sugerencias para el montaje definitivo. Se trata de los famosos preview habituales en el cine americano,
pero no en el español, que es muy celoso de la autoría personal y ve como
censura cualquier sugerencia para modificar una película. En definitiva, esta producción
no llega a la altura de la serie televisiva Teresa de Jesús,
dirigida por Josefina Molina y protagonizada por Concha Velasco, o al interés
que despierta la cinta experimental realizada por Rafael Gordon, a modo de
entrevista televisiva, Teresa, Teresa, protagonizada por Isabel
Ordaz.
[3]
Tarkovski, A., Esculpir en el tiempo. Rialp. Madrid, 2000, p. 62
[4] Es tal vez menos
conocida que otras santas doctoras de la Iglesia como Teresa de Jesús y
Catalina de Siena. Pero recientemente se ha hablado más de ella gracias a la
película Visión (2009), de la
directora y guionista también alemana Margarethe von Trotta. El
papa Benedicto XVI le ha dedicado varios discursos en los últimos años y ha
anunciado su decisión de otorgar a esta santa el título de Doctora de la Iglesia.
[5] Opus Dei: una visión objetiva de la
realidad y los mitos de la fuerza más polémica dentro de la Iglesia católica. Editorial Planeta. Barcelona, 2006.
[6] Opus Dei: una investigación. Ediciones Internacionales
Universitarias, Madrid, 1997.
[7] “En
el Opus Dei es fundamental que cada uno se convierta a diario y sepa pedir
perdón con humildad a Dios y a aquellos a quienes ha podido herir u ofender”. (Entrevista con el prelado del
Opus Dei, Monseñor Javier Echevarría, realizada por Francesco Ognibene. Avvenire
(Milán). 07-07-2001). “Es cierto que
los fieles del Opus Dei viven su entrega a Dios con plena libertad, y que esa
entrega les ayuda a experimentar la felicidad, una felicidad relativa dentro de
lo que es posible en este mundo. Por eso, la inmensa mayoría de los hombres y
mujeres que se acercan a los centros de la Obra guardan afecto de por vida.
Pero no siempre es así, y no me parece negativo, al contrario, que un libro
como el de John L. Allen se haga eco de esos casos que considero excepcionales.
Cuando el autor preguntó al Prelado por esta cuestión, monseñor Echevarría dijo
que a las personas que no se han sentido bien tratadas, les pedimos perdón de
todo corazón.” (Entrevista a Marc Carroggio, responsable
internacional de la Oficina de prensa del Opus Dei en Roma, publicada por la
agencia Zenit. 2005/12/22; http://www.opusdei.org).
[8] Ante la tibia
respuesta del público a su película, Javier Fesser, a la semana del estreno, se
lanzó desesperadamente a provocar una campaña de ruido mediático arremetiendo
contra la familia de Alexia y contra el Opus Dei, responsabilizándoles del
fracaso comercial de Camino. Pero no
sirvió de nada, los números del box-office
son implacables y la recaudación de la película fue bastante modesta. Tras el
fracaso de esta estrategia, el productor de la película, Jaume Roures, desplegó
todo su aparato de influencias, y su lobby
empezó a moverse para hacer campaña ente los miembros de la Academia del cine
español –de cara a la ceremonia de los Premios Goya de ese año. Y esta vez la
jugada la salió bien, sus amigos (o más bien súbditos de su holding audiovisual) gratificaron con
creces a Camino (seis premios), pero
la taquilla, el público, que no se mueve por amiguismos ni prebendas, siguió
sin responder, y Camino pasó por la
gran pantalla con más pena que gloria. Sólo obtuvo más repercusión tras su
emisión en TVE, con más de tres millones de espectadores.
[9] En sus
entrevistas con la prensa, Javier Fesser declaró que: “siempre he tratado de
dialogar con aquél que ha intentado entender la película”. Eso sí, como todo
relativista, desplegó una doble estrategia: de cara a la galería exhibe un
talante abierto, pero de puertas para adentro se cree en posesión de la única
interpretación válida de fenómenos que apenas conoce: la vida de Alexia, y por
supuesto, el Opus Dei, aunque nunca haya visitado un centro de la Obra, pues ni
siquiera está al tanto –como se puede apreciar en la película– de algo tan
básico como su estilo de mobiliario o cómo se desarrolla una comida en una casa
del Opus Dei. Y prosiguiendo con su táctica sibilina no teme contradecirse, por
eso a la vez que asegura que le “irrita el hecho de que una institución
básicamente dañina se llame la obra de Dios”, confiesa, tras recibir el Goya,
que “estoy aquí por mis padres que me han criado con amor, cariño y buen
humor”; pero sin desvelar a sus oyentes que sus padres son cristianos y tienen
alguna relación con el Opus Dei.
[10] El existencialismo es un humanismo.
Edhasa, Barcelona 1992.
6 comentarios:
Qué claridad de ideas y qué valentía al exponerlas!.
Solo añadir que además de todo lo comentado que ya es gráfico por sí mismo, por lo que he visto en los diferentes trailers,en la película se pone en boca de otras personas (su madre sobre todo), cosas que fueron dichas por la propia Alexia y eso es evidentemente con ánimo de confundir porque cambia totalmente el sentido de la conversación que aparece.
Gracias por todo lo que aportas y enhorabuena por la página web.
Me parecen sugerentes varios de los comentarios, como lo de que el dolor y el amor van muchas veces unidos le guste o no a Fresser. Aunque si la película es tan tostón como se dice y he leído en varias críticas, creo que el film no merece que se le dedique más de un párrafo para comentarla. Basta que me digan varios que es una mala película para no ir a verla, lo demás son ganas de polémica.
Enhorabuena.
Me ha sorprendido empezar a leer una crítica y terminar, poco a poco y bien hilado, en el terreno de las ideas.
Me apunto varias frases de tu artículo para rumierlas despacio...
Mil gracias, Juanjo
Adjunto tu crítica al post de mi blog.
Muchas gracias por tan excelente trabajo!!!!
No sé si la película es tostón o no, pero una reflexión como esta va mucho más allá. Es enormemente interesante. Le daré algunas vueltas antes de continuar con los comentarios. Sirva este para expresar mi felicitación.
No deja de ser, tampoco, una aportación a la legalización de la eutanasia. Al parecer, según este hombre, a la niña habría que haberla matado, y a correr.
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