viernes, 1 de agosto de 2008

DEJAD DE QUERERME

País: Francia. Dirección: Jean Becker. Intérpretes: Albert Dupontel, Marie-Josée Croze. Guión: Eric Assous, Jérôme Beaujour, Jean Becker, François d'Épenoux. Fotografía: Arthur Cloquet. Distribuye en Cine: Golem. Duración: 85 min. Público apropiado: Jóvenes-adultos. Género: Drama. Estreno: 1-08-2008.


¿Dónde está la felicidad?


Antoine es propietario de una agencia de marketing que funciona a las mil maravillas. Su vida es feliz y acomodada. Pero sin razón aparente, un día se le cruzan los cables y ridiculiza a un cliente, abandona la agencia y vende su parte a otro socio. Para colmo, llega a su casa el día de su 42 cumpleaños y su mujer le acusa de infidelidad, él lo niega pero el clima se tensa y acaba arremetiendo contra los dibujos que sus hijos le regalan. Por si esto no bastara, durante la cena de cumpleaños, reprende con crueldad los defectos de sus amigos y acaba a puñetazos con uno de ellos. ¿Qué le ocurre a Antoine? ¿Es la crisis de los cuarenta? ¿O hay algo más?


Jean Becker es un director francés que nos ha regalado películas tan entrañables como La fortuna de vivir o Conversaciones con mi jardinero, en las que nos muestra unos personajes muy humanos que se debaten buscando un sentido a su vida.

Lo mismo hace, aunque con un resultado menos notable, en Dejad de quererme. Un filme que arremete con sinceridad sobre la sociedad hedonista y consumista de nuestro tiempo que piensa que en el dinero y el bienestar estriba la felicidad. Una crítica certera, al que tal vez le falte algo de trascendencia, pero que en cualquier caso resulta interesante y hace reflexionar al espectador.


Vacío existencial y tragedia

La extravagante conducta de Antoine se comprende como una reacción de hastío ante una sociedad autosatisfecha y egoísta. El hombre cegado por el hedonismo y el afán desmesurado de bienestar toma sus deseos como criterio supremo de acción y arrastrado por el placer pierde la libertad interior. No distingue entre experiencias fuertes y experiencias creativas. Arrastrado por la seducción del vértigo del poder o del placer, el individuo pierde la libertad para ser creativo, porque la creatividad exige una apertura a las realidades valiosas, y el hombre sometido a sus apetencias permanece enclaustrado en su interioridad egoísta (LÓPEZ QUINTÁS, A.: El amor humano, su sentido y alcance. Edibesa, Madrid, 1992, p.119).

El protagonista de Dejad de quererme se siente exaltado y eufórico pero acaba angustiado y vacío. Intenta eliminar ese misterio del dolor y la muerte que le abruma, o tiende a considerarlo un mero problema del que debe librar a su familia, lo cual le arrastra a una conducta de rechazo violento hacia todo lo que le rodea y ama.

Libertad y donación personal

Una de las causas principales del desajuste ético de nuestra época, muy bien reflejado por el filme de Jean Becker, radica en la ausencia de verdadero encuentro en la vida personal. Desde hace décadas el hombre occidental manifiesta una atracción hacia los modos de vida infrapersonales y pretende con ello llegar a fundirse con el entorno y con los otros, como si se tratara de objetos. Además se afirma que en esa fusión se encuentra la felicidad. Son vivencias en las que priman el componente sensual y sentimental, las emociones fuertes que agitan al sujeto hasta hacerle perder la conciencia.


Nos enfrentamos a un tópico que también aparece en el cine, la publicidad y en algunas obras literarias y musicales contemporáneas: la búsqueda de la fusión con lo que se ‘ama’, perderse en lo otro y en el otro, buscar una unión física, intensa y estremecedora, pero fugaz. Tal tendencia al contacto físico se convierte en un sucedáneo del verdadero encuentro amoroso: pegarse a la piel de otro o fundirse dos cuerpos en un intenso abrazo no implica necesariamente una estrecha unión personal.


Estos actos de comunicación humana corporal deben ser manifestación de algo más profundo, sin lo cual se vuelven fugaces y estériles, como se advierte en un par de escenas de la película que estamos comentando.

El amor desinteresado como sentido de la vida

El poder del amor permite superar todas las crisis, evitar el sentimentalismo y dar pleno sentido a una vida en apariencia anodina. Una lección olvidada por Antoine, el protagonista de Dejad de quererme.


Y es que el ser humano, en definitiva, se autorrealiza en la medida en que se trasciende al servicio de una causa o en el amor a otra persona. Un amor que suele ir acompañado por el dolor. Es decir, el hombre sólo se humaniza plenamente cuando se pasa por alto y se olvida de sí mismo (V. FRANKL, El hombre en busca de sentido), pero tal vez no sea necesario para ello huir de los que se ama, como hace Antoine, aunque esto, a la postre, le permita la reconciliación con su padre. Y es que el cine de Becker es realista pero no pesimista, está inundado de un irrefrenable deseo de vivir.

Pues como decía su compatriota Bergson, la alegría anuncia el triunfo de la vida. Y a veces se puede confundir la alegría y el entusiasmo con la mera euforia, lo cual es una banalización de la felicidad. La dicha no se alcanza cuando se persigue con obsesión y de modo individualista, como fruto de una mera complacencia o de instintos satisfechos, sino que brota del interior de quien se preocupa por buscar el sentido de su vida entregándose a los demás.



1 comentario:

Angelo dijo...

Completamente de acuerdo. Me sorprendió esta película y he acabado por tenerla en mi videoteca.