viernes, 4 de julio de 2008

FUNNY GAMES Y LA VIOLENCIA GRATUITA














País: Alemania, Austria, EE.UU., Francia, Italia, Reino Unido. Dirección: Michael Haneke. Intérpretes: Naomi Watts, Tim Roth, Michael Pitt, Brady Corbet, Devon Gearhart, Boyd Gaines. Guión: Michael Haneke. Fotografía: Darius Khondji. Distribuye en Cine: Warner. Duración: 107 min. Público apropiado: Adultos. Género: Terror. Estreno: 04-07-2008.


Un matrimonio con su hijo acuden a pasar unas idílicas vacaciones a una casa de campo junto al lago. Pero allí les aguarda la inesperada visita de dos jóvenes vestidos de blanco, guantes incluidos, que pretenden trabar amistad con ellos, pero que en el fondo sólo quieren practicar un sádico juego.

El polémico director alemán Michael Haneke afronta el remake de una película suya de hace once años. Repite plano a plano la historia pero haciendo una versión americana de la misma, con Naomi Watts como protagonista y productora ejecutiva.


Funny Games es una película tremendamente violenta y desasosegante, aunque la violencia sea sobre todo psicológica y moral, aunque también física, y no sea mostrada de modo explícito. Pero resulta más agresiva en la medida en que los jóvenes protagonistas disfrutan haciendo daño y lo hacen sólo para divertirse, sin ningún otro motivo. Por tanto, Funny Games vuelve a suscitar, sin aportar ninguna solución, la polémica sobre el papel de la violencia en los medios de comunicación.

Teorías sobre los efectos de la violencia en los medios

¿Qué efectos producen las imágenes violentas? Bettetini y Fumagalli declaran, en su obra Lo que queda de los medios, que hay dos teorías al respecto: la mimética y la catártica. La primera afirma que los mensajes audiovisuales pueden influir en las actitudes y comportamientos, sobre todo de los más jóvenes, y sostiene que la visión de la violencia representada puede estimular comportamientos análogos en los espectadores.


Adultos y niños expuestos a grandes cantidades de crueldad en cine y televisión pueden volverse más agresivos, o desarrollar con el tiempo actitudes favorables al uso de la violencia como medio para resolver los conflictos. Otro efecto radica en la pérdida de sensibilidad, sobre todo en los niños expuestos a grandes cantidades de violencia. Pueden llegar a hacerse menos sensibles al sufrimiento ajeno y más predispuestos a tolerar un aumento en el nivel de agresiones en la vida real. También adultos y niños, expuestos al visionado de grandes dosis de ira, tienden a sobrestimar la tasa de conflictos en la sociedad. En este caso no aumentaría el comportamiento agresivo, sino la actitud de indefensión frente a él.


La segunda, en cambio, sostiene que la representación audiovisual de la violencia produce en el espectador un efecto catártico, liberador, no sólo del miedo y del terror que acompañan la visión –según el análisis que hace Aristóteles del mecanismo psicológico de la catarsis en el contexto de la tragedia clásica–, sino también de los mismos impulsos coléricos, conscientes o inconscientes, que el espectador lleva dentro de sí. La representación de la violencia actuaría de antídoto preventivo.

También, según los expertos, hay una serie de variantes referidas tanto a las características de los mensajes como a las de la audiencia (edad, nivel cultural, sexo, contexto familiar y carácter) que pueden incidir notablemente en el aumento o la disminución del alcance de tales efectos. Igualmente influye el nivel de realidad (si se trata de ficción, de una representación de episodios reales o de una crónica en directo); con quién se identifica el espectador (con la víctima o con el agresor); el nivel de gratuidad de la violencia y el valor de los argumentos que la justifican; la crudeza de la representación (si se usa la elipsis para evocar indirectamente o por el contrario se muestra de un modo explícito y complaciente); también aumenta la insensibilidad frente a la violencia su tratamiento paródico, que no es lo mismo que la ironía hacia el violento que refleja la excelente cinta de Chaplin El gran dictador. Por el contrario, el tratamiento desesperado genera angustia ante la violencia.

¿Cuál de las dos teorías citadas resulta más convincente?

Se puede sostener que la actitud ética en la representación de la ira determinará su efecto beneficioso y catártico, o perjudicial e imitativo. La respuesta la encontramos en los diversos modos de experiencia que aportan las películas. Algunas, como Funny Games, no muestran una violencia explícita, pero otras como Pulp Fiction, sí; lo definitivo reside en la actitud que provocan en el público (creativa o no) y el mensaje conceptual que aportan. Las que provocan una actitud de encuentro, que conjuga inmediatez y distancia ante el misterio del mal, producen una catarsis en el espectador que le permite ver con luces nuevas el enigma del dolor y darle un sentido. Son películas que pueden llegar a ser, a pesar de su dureza, esperanzadoras y optimistas: es el caso de La vida es bella, Solas o La pasión de Cristo, pues mantienen que el dolor y el mal no tienen la última palabra y pueden ser vencidos.

Por el contrario, la excesiva inmediatez nos abruma y paraliza. Se trata de películas que dejan sin respuesta al espectador y le sumen en la desesperación. Es, por ejemplo, el caso de películas como La naranja mecánica (1971) o La chaqueta metálica (1987), de Stanley Kubrick. Y también parece ser la tesis de Funny Games, que deja al espectador sumido en la angustia ante una violencia que parece interminable y que deja impune al asesino.

En cambio, la actitud de alejamiento puede convertir la violencia en un asunto cómico que sólo unos pocos apreciarán de modo crítico, mientras que a la mayoría puede incitarles a la imitación, como Pulp Fiction (1994), de Quentin Tarantino. Haneke también pretende esto en algunos momentos de Funny Games (las miradas de uno de los jóvenes a la cámara, y el polémico rebobinado en otra escena), pero apenas lo consigue, siendo la angustia del espectador el efecto dominante del filme.

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