Un futuro incierto
Blade Runner es un auténtico film de culto. Pues como todos los que se engloban en esta categoría no gozó de gran éxito el día de su estreno. Pero con el paso del tiempo (tras sus emisiones en televisión y ediciones en video y DVD) ha ido adquiriendo un prestigio mítico y ha suscitado una legión de admiradores que, junto a los múltiples estudios realizados sobre ella, han permito que el público y los expertos reconozcan su carácter de obra maestra del séptimo arte.
Sin duda alguna, Blade Runner es un gran hito en la historia del cine, sobre todo del de ciencia-ficción. Sin él no se entenderían, o serían inconcebibles, filmes como Matrix o Minority Report. A su vez, es deudora de filmes clásicos como Metrópolis de Fritz Lang. Ridley Scott acomete la realización de Blade Runner con ese perfeccionismo visual que caracteriza su estilo fílmico.
Pero hay otro elemento esencial en Blade Runner, sin el cual dejaría de ser una obra genial: la historia y el fondo antropológico de la misma. Aunque el filme es ambiguo en muchos aspectos, se puede interpretar que los replicantes son seres clonados, de hecho el término (introducido por Peoples, uno de los guionistas, ya que en la novela original no aparece) hace referencia a la replicación del ADN.
Como se advierte al comienzo del filme, los Nexus 6, aparte de su poderío físico, poseen una gran clarividencia intelectual –sobre todo su cabecilla Roy Batty (Rutger Hauer)– y unos delicados sentimientos –como la afectiva Rachael (Sean Young)–. Su carácter violento proviene de la manipulación a la que han sido sometidos. Se les intenta dotar de apariencia humana pero se les niega la verdadera humanidad, se les trata como objetos o medios para realizar funciones que todos detestan, y para someterlos bajo control se les elimina cuando cumplen cuatro años de vida. Esta es la causa de su rebelión. Los habitantes de la Tierra han provocado esta situación al haber destrozado su entorno. Han creado un mundo inhumano y violento, como consecuencia del abuso de la técnica.
Y lo cierto es que en 1982, cuando se estrenó Blade Runner, estos temas ya estaban en el candelero (la contaminación de la atmósfera, la manipulación genética, etc.). Temas de más rabiosa actualidad, si cabe, a comienzos del siglo XXI, cuando nos acercamos al año en que sitúa la trama de la película. Por eso se trata de un filme que puede aportar mucho al momento presente, cuando se habla continuamente de la manipulación de células madre, la fecundación in vitro y la clonación. Blade Runner es muy recomendable para que la vean científicos y políticos que hacen afirmaciones tan irresponsables como esta: no permitiremos que alguien ponga límites al poder de la ciencia.
La madre de los replicantes
La entrevista de Holden (Morgan Paull) a Leon Kowalski (Brion James) se desarrolla en un clima de cierta tensión, provocado a propósito por el blade runner para inducir la respuesta emocional del supuesto replicante. La tensión llega a su culmen cuando el policía plantea la siguiente cuestión:
Holden: Hábleme de las cosas buenas que recuerda acerca de su madre.
Leon: Le voy a hablar de mi madre (dispara).
El disparo es de una inusitada violencia pues su impulso desplaza a Holden hasta la pared llegando a atravesarla. Pero además de un recurso técnico, de narrativa audiovisual, el final de esta escena esconde un profundo sentido antropológico. De hecho, la pregunta de Holden sobre la madre de Leon y el posterior disparo reaparecen en otro momento del filme. ¿Qué nos quiere decir el guión con esta escena? No parece que sea, sin más, un mero recurso para mantener la atención del espectador y evitar que se duerma ante un filme pausado y difícil. Más bien esconde una referencia sutil al tema del filme: el abuso despiadado de la tecnología sobre la naturaleza del hombre.
En efecto, los replicantes no son fruto del amor de sus padres, sino del diseño biotécnico, han sido fríamente elaborados por ingenieros de genética con una finalidad espuria: realizar trabajos degradantes en las colonias del espacio exterior. Han sufrido la “violencia” de la técnica en su mismo origen, son fruto de la manipulación biológica y no del amor, que supone la afirmación ontológica radical del ser humano: “¡agradezco que existas”, “¡qué bueno que existas!”. Y es que el ser humano se define por sus relaciones, en primer lugar por su relación de origen. Y los replicantes advierten que en su origen no hay amor, no han sido queridos por nadie, tan solo utilizados como elementos útiles para los que detentan el poder de esa sociedad futura en la que la economía y la biotecnología lo dominan todo.
(SI TE INTERESA PROFUNDIZAR TE RECOMIENDO QUE SIGAS EN EL LIBRO Blade Runner. Más humanos que los humanos. Rialp, Madrid 2008.)
Blade Runner es un auténtico film de culto. Pues como todos los que se engloban en esta categoría no gozó de gran éxito el día de su estreno. Pero con el paso del tiempo (tras sus emisiones en televisión y ediciones en video y DVD) ha ido adquiriendo un prestigio mítico y ha suscitado una legión de admiradores que, junto a los múltiples estudios realizados sobre ella, han permito que el público y los expertos reconozcan su carácter de obra maestra del séptimo arte.
Sin duda alguna, Blade Runner es un gran hito en la historia del cine, sobre todo del de ciencia-ficción. Sin él no se entenderían, o serían inconcebibles, filmes como Matrix o Minority Report. A su vez, es deudora de filmes clásicos como Metrópolis de Fritz Lang. Ridley Scott acomete la realización de Blade Runner con ese perfeccionismo visual que caracteriza su estilo fílmico.
Pero hay otro elemento esencial en Blade Runner, sin el cual dejaría de ser una obra genial: la historia y el fondo antropológico de la misma. Aunque el filme es ambiguo en muchos aspectos, se puede interpretar que los replicantes son seres clonados, de hecho el término (introducido por Peoples, uno de los guionistas, ya que en la novela original no aparece) hace referencia a la replicación del ADN.
Como se advierte al comienzo del filme, los Nexus 6, aparte de su poderío físico, poseen una gran clarividencia intelectual –sobre todo su cabecilla Roy Batty (Rutger Hauer)– y unos delicados sentimientos –como la afectiva Rachael (Sean Young)–. Su carácter violento proviene de la manipulación a la que han sido sometidos. Se les intenta dotar de apariencia humana pero se les niega la verdadera humanidad, se les trata como objetos o medios para realizar funciones que todos detestan, y para someterlos bajo control se les elimina cuando cumplen cuatro años de vida. Esta es la causa de su rebelión. Los habitantes de la Tierra han provocado esta situación al haber destrozado su entorno. Han creado un mundo inhumano y violento, como consecuencia del abuso de la técnica.
Y lo cierto es que en 1982, cuando se estrenó Blade Runner, estos temas ya estaban en el candelero (la contaminación de la atmósfera, la manipulación genética, etc.). Temas de más rabiosa actualidad, si cabe, a comienzos del siglo XXI, cuando nos acercamos al año en que sitúa la trama de la película. Por eso se trata de un filme que puede aportar mucho al momento presente, cuando se habla continuamente de la manipulación de células madre, la fecundación in vitro y la clonación. Blade Runner es muy recomendable para que la vean científicos y políticos que hacen afirmaciones tan irresponsables como esta: no permitiremos que alguien ponga límites al poder de la ciencia.
La madre de los replicantes
La entrevista de Holden (Morgan Paull) a Leon Kowalski (Brion James) se desarrolla en un clima de cierta tensión, provocado a propósito por el blade runner para inducir la respuesta emocional del supuesto replicante. La tensión llega a su culmen cuando el policía plantea la siguiente cuestión:
Holden: Hábleme de las cosas buenas que recuerda acerca de su madre.
Leon: Le voy a hablar de mi madre (dispara).
El disparo es de una inusitada violencia pues su impulso desplaza a Holden hasta la pared llegando a atravesarla. Pero además de un recurso técnico, de narrativa audiovisual, el final de esta escena esconde un profundo sentido antropológico. De hecho, la pregunta de Holden sobre la madre de Leon y el posterior disparo reaparecen en otro momento del filme. ¿Qué nos quiere decir el guión con esta escena? No parece que sea, sin más, un mero recurso para mantener la atención del espectador y evitar que se duerma ante un filme pausado y difícil. Más bien esconde una referencia sutil al tema del filme: el abuso despiadado de la tecnología sobre la naturaleza del hombre.
En efecto, los replicantes no son fruto del amor de sus padres, sino del diseño biotécnico, han sido fríamente elaborados por ingenieros de genética con una finalidad espuria: realizar trabajos degradantes en las colonias del espacio exterior. Han sufrido la “violencia” de la técnica en su mismo origen, son fruto de la manipulación biológica y no del amor, que supone la afirmación ontológica radical del ser humano: “¡agradezco que existas”, “¡qué bueno que existas!”. Y es que el ser humano se define por sus relaciones, en primer lugar por su relación de origen. Y los replicantes advierten que en su origen no hay amor, no han sido queridos por nadie, tan solo utilizados como elementos útiles para los que detentan el poder de esa sociedad futura en la que la economía y la biotecnología lo dominan todo.
(SI TE INTERESA PROFUNDIZAR TE RECOMIENDO QUE SIGAS EN EL LIBRO Blade Runner. Más humanos que los humanos. Rialp, Madrid 2008.)
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