Año: 2012. País:
Alemania. Dirección: Margarethe von Trotta. Intérpretes: Barbara
Sukowa, Axel Milberg, Janet McTeer, Julia Jentsch, Ultich Noethen, Michael Degen, Nicholas Woodeson, Victoria Trauttmansdorff, Klaus Pohl, Harvey Friedman. Guión: Margarethe von
Trotta, Pamela Katz. Música: André Mergenthaler. Fotografía: Caroline
Champetier. Distribuye en cine: Surtsey
Films. Duración: 113 min. Calificación por edades: No recomendada
menores de 7 años. Estreno: 05-06-2013.
La
banalidad del mal y la radicalidad del bien
En 1960 el Mossad israelí
secuestra en Argentina al nazi Adolf Eichmann y lo envía a Jerusalén para ser juzgado
por crímenes contra la humanidad. Una filósofa de origen judío, Hannah Arendt (1906-1975), que
tuvo que exiliarse a USA para salvar la vida del terror del nacionalsocialismo, recibe el encargo de la revista The New Yorker
para cubrir el juicio. Cuando Hannah llega como espectadora a la sala de
juicios se sorprende al ver en el banquillo de los acusados, no a un terrible monstruo
asesino sino a un ser mediocre, patético y gris, un burócrata que organizaba los
trenes de la muerte hacia Auschwitz. Después de revivir su propio pasado como
judía perseguida en Alemania (con la paradoja de ser discípula y amante, en su juventud, del filósofo alemán afiliado al partido nazi, Martin Heidegger) y reencontrarse con antiguos amigos sionistas, vuelve a Estados Unidos con mucha documentación para escribir los artículos que le han
solicitado y que con el tiempo darán lugar al famoso y polémico libro Eichmann en Jerusalén.
Las polémica se desata
porque Hannah no es una periodista en el sentido convencional del término, sino más bien una filósofa que busca comprender cómo se puede hacer tanto mal sin apenas proponérselo
(Eichmann asegura en el juicio que nunca hizo daño directamente a ningún judío,
que sólo firmaba papeles y cumplía órdenes). Como conclusión de todo ello, Hannah Arendt acuña el término: banalidad del mal. Una expresión que no es bien
entendida, sobre todo por los líderes judíos (y por algunos amigos judíos de
Hannah), que piensan que Arendt está disculpando al criminal nazi. Lo que sus
lectores no llegan a vislumbrar es que la intención de la filósofa es criticar
el nihilismo contemporáneo, una actitud que pretende dividir a las personas en
vidas útiles y deseadas, y vidas sin valor.
En contra de lo que pudiera
parecer, Hannah Arendt no es una
película aburrida o pesada, porque la directora consigue combinar momentos de
debate filosófico e imágenes originales del juico a Eichmann con amenas tertulias
de Hannah y su marido con sus amigos.